También es política (segunda parte)

Y también es política lo que se hace y se reclama en las calles. He leído que algunos dicen que hay que hacer lo que haya que hacer…digan lo que digan las calles.  Podría entenderse entonces que gobernar es hacer caso a unos..y no hacérselo a otros. Y ¿a quién les hacen caso los gobiernos?.

En el tema de la “economía” (macroeconomía, más bien), la agenda está muy clara:  confiar en que las recetas el neoliberalismo sofisticado (el de la ingeniería y arquitectura financieras y la sociedad del conocimiento), sí, las mismas que han dado como resultado la presente recesión, funcionen.  Y claro que van a funcionar..para lo que están pensadas: derivar capital público al privado. No se crean que las políticas económicas neoliberales van orientadas al bienestar, ni siquiera al” crecimiento económico”; están orientadas a incrementar las tasas de ganancia de las empresas y reducir el peso del Estado (gasto público y gasto social) como argumento para la financiación de los servicios y someter a los/as trabajadores/as a la precariedad laboral consentida (una vez roto el pacto capital-trabajo). Lo que sorprende ahora como la gran ola neoliberal en Europa, se vivió en América Latina durante los años 70, 80 y 90. En la actualidad, crece el producto interno bruto y algo la renta per cápita, pero no estoy tan seguro de que ése crecimiento contribuya a remover las estructuras de desigualdad que harán que cuando el capital se marche a otro lugar, los países y las regiones no se queden destrozados.

La política se ha desprestigiado tanto, que da miedo.  La confusión generalizada y el desgaste que el ejercicio del poder ha producido sobre los partidos políticos españoles,  llevan a algunos sectores de la opinión pública a realizar discursos que se acercan al fascismo peligrosamente.  Sin embargo, otras voces plantean una mayor democratización de la vida política parlamentaria (básicamente) y elaboran propuestas en esa dirección. El 15M, los indignados (e indignadas), Democracia Real Ya, la PAH y otras plataformas de acción social colectiva, anuncian una inquietud desde la política de transformar las reglas de juego de los partidos políticos: reforma de la ley electoral, listas abiertas, presupuestos participativos, consejos deliberativos, leyes de transparencia,  lucha contra la corrupción… Son medidas factibles que refundarían la relación de la política, los partidos y los electores. Tardaremos décadas en conseguirlo, pero lo conseguiremos cuando la representación de los partidos políticos en el Parlamento esté tan fragmentada que sea más fácil conseguir las mayorías para llevar estos proyectos de cambio legislativo. Mientras tanto: protestar, denunciar, educar y visibilizar…y actuar en consecuencia.

Y si no nos alejamos de la coyuntura, no veremos que  nos queda otra cuestión. ¿Qué hacemos con lo social?. Porque de momento, la economía y la política están vetadas a la ciudadanía. Entonces, ¿qué hacer?.  Leo que las  ”alternativas” pasan por el regeneracionismo político y el fortalecimiento del Estado, adoptando políticas económicas parecidas a las que siguieron a la Gran Depresión del 29 y regulación de la economía financiera….algo que la ciudadanía no puede hacer directamente, sino que tenemos que delegar y creer que lo harán los partidos que votemos. Comprendo la desesperanza.  Y sociológicamente ni somos ni podemos hacer lo que pareció que se hizo en Islandia.

Las alternativas nos conducen, inexorablemente, a modelos diferentes de relacionarnos entre nosotros. O cooperamos y colaboramos (a todos los niveles) o no aguantaremos los próximos diez años con un mínimo grado de cohesión social y bienestar. Yo no protesto para que vuelva lo que teníamos. Protesto, trabajo, enseño, aprendo, escribo y comparto para que lo que tenemos ahora se amortigüe y para que lo que tengamos sea diferente. Y ya ha empezado.

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